Ante cualquier tipo de lesión física, y de la misma forma que sucede cuando padecemos algún problema emocional o mental, nuestros hábitos van a marcar una gran diferencia en el proceso de recuperación. O bien acelerándolo o bien obstaculizándolo.
Desde un punto de vista holístico, y teniendo en cuenta el eje cuerpo-mente-emociones, la clave está en determinar cuáles deben ser estos hábitos y en no centrarlos únicamente en la zona del cuerpo afectada, sino expandir la mirada hacia un tratamiento global que tenga también en cuenta cómo nos alimentamos, cómo descansamos o cuál es nuestro diálogo interior. ¿Por qué?
Porque nuestro cuerpo funciona como un complejo engranaje de piezas en las que unas dependen de las otras y no podemos pretender aislarlas sin tener el resto en cuenta, puesto que nos estaremos perdiendo todo el contexto que influye decididamente en nuestro estado de salud global. De manera que, si te duele la rodilla y solo piensas en tu rodilla, vas a boicotear tu proceso de recuperación a la vez que dejas de lado todo el resto de cosas que te nutren y que te pueden aportar bienestar.
Por eso, ante una lesión y un proceso de recuperación, resulta esencial abrir nuestra mente, adoptar hábitos sanos y confiar en la fortaleza de nuestro cuerpo, además de ser muy disciplinados con todas las pautas médicas que nos han dado. No pases nunca por alto todo esto:
Descanso suficiente
El descanso es uno de los grandes pilares de nuestra salud, de nuestro bienestar y de nuestra calidad de vida. Y, de la misma manera que dormir lo suficiente y lo suficientemente bien es esencial para mejorar nuestro rendimiento deportivo, ganar masa muscular y perder grasa corporal, resulta igual de importante a la hora de recuperarnos de una lesión. De hecho, no se trata solamente de dormir sino de descansar también durante el día y de ser capaces de mantener un ritmo de vida equilibrado que, sin ser sedentario, no exceda nuestras capacidades actuales. Que, por fuerza, no serán las mismas de antes.En ese sentido, y si estás entrenando o en pleno proceso de rehabilitación, te pueden venir muy bien los días de descanso activo y, por supuesto, no realizar ninguna actividad ni movimiento que te haya sido contraindicada.En resumen, se trata, ni más ni menos, que de un ejercicio de autocuidado físico y de escucha que ponga por delante de todo el respeto hacia tu propio cuerpo. Así que, ¡paciencia!
Ejercicio y rehabilitación
Probablemente, estés en manos de un fisioterapeuta u otro profesional del mundo del deporte especializado en el tipo de recuperación que necesites. Si es así, sin ninguna duda, ella o él te pautará una serie de ejercicios y de recomendaciones específicos y personalizados que deberías realizar con total disciplina si quieres asegurar una recuperación óptima y más rápida. De no hacerlo, es muy probable que el proceso se eternice, que sigas sintiendo dolor por más tiempo o que sigas sintiéndote débil indefinidamente. ¡Así que no te saltes ni uno! Además, tener problemas en un codo, por ejemplo, no te impide entrenar el resto del cuerpo ni sirve de excusa para entregarte a la inactividad.
Alimentación antiinflamatoria
Aunque, en este caso, estaríamos hablando de un proceso de inflamación aguda, totalmente natural como respuesta fisiológica de nuestro cuerpo, y no de inflamación sistémica o crónica de bajo grado, la dieta antiinflamatoria sería igualmente adecuada para favorecer la buena respuesta del sistema inmunológico. Se trata de volver hacia una alimentación lo más natural posible, que minimice los productos industrializados o altamente procesados, que son los que tienen un efecto más proinflamatorio en nuestro cuerpo. En su lugar, es mucho mejor apostar por comida real, dando prioridad a determinados alimentos como los más antioxidantes, los omega-3 o los probióticos.
Actitud de superación
Puede que el traumatólogo o el médico que esté llevando tu caso no te lo haya mencionado, pero resulta esencial tomarnos el proceso con una actitud positiva, enfocada hacia la construcción y hacia la superación personal. Eso significa no centrar todos tus pensamientos en tu dolor, en cómo te limita la vida tu lesión o en creencias dañinas como que nunca vas a ser el de antes. Si lo haces, lo más probable es que estés anticipando cosas que no sabes si van a pasar o no, que entres en un bucle de negatividad que no te deje ver más allá y que te mantenga con un alto nivel de ansiedad, además de estar desaprovechando un tiempo maravilloso para dedicar a otras cosas o a otras personas que podrían sumar mucho en tu vida. No olvides que, con la mente, la sensación de dolor puede amplificarse o reducirse muchísimo. Por eso, con el debido entreno y disciplina mental, sanarás antes y mejor, ya que tu cuerpo estará mucho más relajado y predispuesto. Puedes practicar mindfulness o meditación, hacer ejercicios de gratitud o de afirmaciones positivas, enfocarte en las cosas buenas que te rodean, asegurar espacio para el ocio, el humor y la diversión, etc.
Terapia de frío o calor
El uso controlado de determinadas temperaturas con fines terapéuticos ha sido un método de medicina natural muy efectivo y utilizado por muchísimas culturas a lo largo de la historia de la humanidad, que sigue siendo vigente hoy en día. En términos generales, la terapia de frío nos ayudará en el caso de padecer una lesión reciente o de encontrarnos en una fase de inflamación aguda. Por ejemplo, a través de la aplicación directa de algún objeto congelado sobre la zona afectada o bien realizando cada día duchas de agua fría. En cambio, el uso del calor se acostumbra a recomendar si padecemos una lesión crónica o nos encontramos en un estado avanzado de la recuperación. Por ejemplo, con la utilización de un cojín que pueda calentarse o de una esterilla o manta eléctrica.
En cualquier caso, y antes de ponerlo en práctica por tu cuenta, consúltalo con el fisioterapeuta o médico que esté realizando tu seguimiento.